Y pensar que abriendo los ojos yo podría hacerte el mismo daño que me hiciste tu a mi. Sabiendo todo lo que aguanté pensaste que era débil, que tú podrías dominarme, pero una vez más, te equivocasbas, como cuando me dijiste que me querías.
Reinas, comamonos la noche que nos llama a gritos. Si pecamos ya nos castigará Dios, mientras tanto, olvidaos de pedir permiso y si es necesario ya pedireis perdón.